Venimos leyendo el debate sobre la Ley de Emergencia Económica y la compleja relación entre los movimientos sociales considerados dentro del campo nacional y popular que consiguen, arrancan o negocian algunas reivindicaciones en el marco del gobierno macrista. No queremos insistir en argumentos ya enunciados, que hablan por sí mismos y más allá del tono más o menos crudo van empezando a darle cuerpo a un debate interesante entre los que se sienten en el espacio nacional y popular. Es posible que una falta de entrenamiento en la discusión interna genere cierta tensión pero no tenemos que tenerle miedo al intercambio de ideas.
Una de las lecturas interesantes la encontramos en Pájaro Rojo y la escribió Teodoro Boot. La oración que cierra la nota dice “Enfrentamos a un auténtico Partido del Extranjero ante el que lo peor que podemos hacer es seguir creando divisiones y sembrando cizaña por celos, prejuicio, o peleas subalternas” y nos dieron ganas de sumarnos al debate no para pelear sino porque compartimos el espíritu constructivo de la discusión y creemos que mejora nuestras chances colectivas.
Escribe algo muy interesante que es lo que queremos poner en discusión:
“Lo otro, que si Cristina sí, que si Cristina no, es pura tontería. Hay que construir un movimiento y un frente nacional, que es un organismo vivo, lleno de tensiones y contradicciones. Y conducirá este proceso quien sea capaz de conducirlo. Si a Cristina le da la talla, nos ahorraremos mucho tiempo y sacrificios. Si no le da, mala suerte, y a llorar a la iglesia”.
Elegimos estos párrafos porque sintetizan de alguna manera un mapa político en el que muchos compañeros están pensando y nos parece que podríamos pensar en otro.
Es natural que los distintos actores políticos que hasta el 10 de diciembre formaban parte del heterogéneo espacio que apoyaba a Cristina ahora tengan iniciativas propias y vayan generando hechos, reivindicaciones y hasta (aunque sea “pequeñas”) conquistas dentro del nuevo sistema crudamente neoliberal del nuevo gobierno. Y también lo es que para eso se junten con otros que eran críticos con el kirchnerismo pero también lo son con el macrismo. En lo que no coincidimos es en analizar el presente como si la experiencia kirchnerista hubiese sido un paréntesis cerrado y de pronto repitamos los mismos esquemas de análisis que antes del 2003, después de doce años de gobiernos populares hay un saldo político significativo en cuanto a organización y conciencia popular. Claro que es poco para volver mañana pero también es mucho como para no tenerlo en cuenta al momento de analizar la realidad del campo nacional y popular.
En la década del noventa, en un contexto de políticas de ajuste estructural y transferencia de recursos similar al de hoy (se podría decir incluso que hasta menos evidente y salvaje), reclamar paliativos tenía un sentido diferente. La última experiencia popular había sido la efímera primavera camporista treinta años atrás y con la dictadura de por medio. En esos días, plantear la posibilidad real de un modelo político, económico y social radicalmente opuesto era sino imposible, por lo menos abstracto.
Hoy en cambio, estamos a tan solo un año de que un gobierno popular, con una líder nítida, en el punto más alto de compromiso militante y claridad conceptual, entregara el mandato con la plaza más llena de las últimas décadas y con el 48% de votos para el Frente para la Victoria. Está claro que a nadie se le puede imponer una conducción y mucho menos sin la Casa Rosada atrás, sin embargo es evidente que Cristina sigue sintetizando y representando, electoral y emotivamente, el mayor volumen de sectores populares organizados y no organizados.
No estamos planteando que no se le pida, exija, o arranque nada al gobierno de Macri. Ahora, si “hacer acuerdos políticos y lanzar propuestas electorales que nos permitan ir construyendo una nueva mayoría” es poner en discusión la conducción de Cristina, no es malo transparentar el debate. En este panorama, no pensamos que sea una tontería o una cuestión menor preguntarse “si Cristina sí o si Cristina no”. Y no lo planteamos desde un lugar de disciplinamiento, de aceptar órdenes ni imposiciones orgánicas. Ni siquiera lo decimos desde el lugar más humano de defenderla de la persecución infame de la que viene siendo víctima. De eso se encarga ella y los que quieran bancarla sin reclamarle nada a nadie. Lo decimos desde un lugar, si se quiere, de realismo político y electoral. Por dos cuestiones: en primer lugar porque, repetimos, sigue siendo querida por el pueblo a pesar de la campaña más violenta y sofisticada que haya existido en nuestro país contra una persona. Pero además, lo decimos porque Cristina garantiza que esa alternativa electoral sea realmente una alternativa en el sentido profundo.
A veces pareciera que fuera fácil construir representaciones genuinas y liderazgos populares y que la conducción política se rigiera por las leyes del libro juego de la oferta y la demanda. Justo ahora cuando muchos de los dirigentes que reclamaban candidaturas en representación de un modelo y un programa político determinado, de pronto pasaron de la barricada a la banca y ahora acompañan políticas conservadoras y reclaman autocriticas siempre ajenas. El cuero de los dirigentes se ve cuando las coyunturas cambian y siguen en la misma vereda.
Las conducciones surgen naturalmente pero hay momentos en donde se fortalecen y hay otros momentos donde se bancan. Sobre todo en coyunturas como la actual en la que hay dos proyectos tan ostensiblemente antagónicos que atraviesan la historia de nuestro país y las “anchas avenidas del medio” no son otra cosa que una bicisenda de la derecha. Y por si fuera poco Cristina, en lugar esconderse o especular con la persecución judicial se muestra más activa, más presente y con mayor claridad conceptual para interpelar a la militancia y al pueblo que todos los dirigentes juntos.
Y no es que eso sea sectarismo ni dogmatismo. Mucho menos alguna especie de foquismo. Lo cierto es que volver a ser gobierno tiene sentido solo si podemos garantizar un programa alternativo que garantice la redistribución de la riqueza y que además pueda tener el sustento político como para durar aún más que doce años. Por cierto que esto no significa necesariamente hacerle el juego a la derecha dejándola gobernar hasta que podamos volver “perfectos” pero tampoco hay garantías de “volver” apostando por la moderación o por hacer acuerdos de superestructura con poco sustento ideológico. En todo caso, no pretendemos pecar de ingenuos ni de románticos por el simple hecho de ir construyendo una fuerza política amplia, heterogénea y hasta tumultuosa pero con el eje más acá que allá. Y con Cristina conduciendo.