Un día como hoy es martes 13. El origen de los misterios que encierra la fatal cifra se discute aún hoy en día. Algunos atribuyen la superstición directamente a la cantidad de comensales en la última cena. Otros,
vikingos, temían al
decimotercer dios:
Loki. Lo cristianizamos desde este lado del mundo al decir que el mismísimo
Belcebú es el "13º
ángel". En Italia, los muy gorilas, han reemplazado el 13 por el 17. El famoso Código de
Hammurabi omite el número 13, hecho que desconcierta a los
occidentalistas al presentarse como prueba fehaciente de que no todas las supersticiones incoherentes provienen de la era cristiana. Para nosotros los
peronistas todo es mucho más claro. Pues, quienes hemos entendido al movimiento como
Único y Verdadero Rector de los Designios del Universo sabemos muy bien que todo hecho concreto de la realidad -y la única verdad es la realidad- tiene como inicio y final lo
peronista. Toda evolución
histórica de un concepto se justifica en la medida en que se constituya como
símbolo que sirva a la hora de expresar significativamente un acontecimiento de la liturgia nacional y popular. El
Apollo XIII ha explotado a los fines de alimentar ese mito, a los fines de cargar negativamente ese número en función de lo que significará en
términos de historia
peronista. Para lo mismo sirve que el capítulo 13 del libro del
Apocalipsis corresponda al Anticristo. Para lo mismo sirve que la carta 13 del
Taroth sea la muerte. Igual función cumple la ausencia de un
Renault 13, única de la serie. Cinco mil años de historia alimentando un número que será realmente fatal sólo cuando se cruce con el
peronismo. Ese, para nosotros, es su único destino.
Un día martes trece como hoy, pero del mes de septiembre del año 1955, a las 17 horas, un tal Eduardo
Lonardi, general retirado, vestido de civil, se embarca en
ómnibus a la Ciudad de Córdoba. Empieza la revolución Libertadora. Los
peronistas se hacen todos
triscaidecafóbicos.