Parte1
Parte2
PD: Gracias al Cro. Dominelli por los audios.
Hey hey, my my
El rock and roll no morirá jamás
Hay más en el cuadro
de lo que el ojo ve.
Hey hey, my my.
Más allá del horizonte
y dentro de la oscuridad
Pagas por eso,
pero te dan aquello
Y una vez que te fuiste,
no podrás regresar
Cuando estés más allá del horizonte
y dentro de la oscuridad.
El rey se ha muerto
pero no se ha olvidado
¿Esta es la historia
de Johnny Rotten?
Es mejor consumirse
que morir oxidado
El rey se ha muerto
pero no se ha olvidado.
Hey hey, my my
El rock and roll no morirá jamás
Hay más en el cuadro
de lo que el ojo ve.
¿Quién es el juez Carbone?, nuevo paladín de la libertad de empresa del Grupo ClarínLos amigos del Grupo Clarín buscaron caer en el Juzgado que por los antecedentes y doctrina del Juez, Edmundo Carbone, no le importó tomar una decisión para frenar la ley que democratiza los medios de comunicación, regresando a sus viejas prácticas de censura que hoy nadie quiere recordar. Pero hay que tener memoria.
Otro aporte le dio el juez Carbone al grupo Clarín antes de jubilarse el 31 de diciembre próximo. Ya había firmado su retiro el 3 de noviembre último pero antes de irse, consecuente con su trayectoria, dejó su impronta.
Desde el juzgado Federal en lo Civil y Comercial Edmundo Carbone, en uno de sus últimos fallos, dio lugar a una medida cautelar presentado por el Grupo Clarín, ordenándose dejar sin efecto los artículos 41 y 161 de la Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual.
El primero de los artículos, el 41, es el que declara intransferibles las licencias y acciones de empresas de comunicación audiovisual y sólo acepta su venta con la previa autorización de la Autoridad de Aplicación. El segundo, el 161, es el que fija un plazo máximo de un año para que los propietarios de medios se adecuen a los límites que establece la Ley en cuanto al número de licencias que pueden tener.
Pero quién este Juez probo que ha puesto límite a la andanada kirchnerista sobre la libertad de prensa, como consignaron algunos de los legisladores opositores, voceros habituales del Grupo Clarín.
Es un Juez básicamente nacido y formado al calor de los últimos gobiernos militares. Veamos una breve reseña que en su momento publicó Clarín; “Entre 1967 y 1971 siguió una carrera administrativa en el Ministerio del Interior, durante los gobiernos militares de Onganía, Levingston y Lanuse. Y llegó a ser asesor de gabinete y, desde diciembre de 1969 hasta abril de 1971, Director General de Asuntos Jurídicos de esa cartera. “
“De allí en más, se dedicó al ejercicio liberal de la profesión que alternó con otro cargo como funcionario: entre 1978 y 1980 fue vocal secretario de la Comisión Nacional de Límites Interprovinciales, durante el gobierno militar de Jorge Videla.”
“En marzo de 1980, fue nombrado titular del Juzgado Nacional N° 1 en lo Civil y Comercial Federal. Se mantuvo en ese cargo luego de que el entonces presidente Raúl Alfonsín lo incluyera entre los pliegos de jueces del proceso militar propuestos para seguir en sus cargos. El Senado le dio acuerdo en mayo de 1984. De allí en más, no tuvo ningún ascenso.”
Pero su historia no queda ahí. Este es el famoso Juez troglodita que censuró la proyección del film “La última tentación de Cristo” de Martin Scorsese. A pocas horas de exhibirse, el juez federal Edmundo Carbone decretó "la abstención" de la proyección, hasta resolver la pretensión de "impedirla definitivamente".
El magistrado basó su decisión en el artículo 2 de la Constitución Nacional que"prescribe que el gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano y toda vez que la proyección del film «La última tentación de Cristo» podría implicar una profanación de la fe católica".
Tan bestialmente fascista y autoritaria cayó esa decisión en nuestra sociedad que hasta la Iglesia Católica (hipercrítica con el film) se despegó del juez a través de Comisión Arquidiocesana para las Comunicaciones Sociales enviando una carta al presidente de Imagen Satelital, empresa dueña de Space, que la medida "no es fruto de ninguna gestión de la jerarquía eclesiástica".
Y acá viene lo más divertido. La asociación de empresarios de medios que maneja el Grupo Clarín, ADEPA ( que en nombre de la libertad de prensa defiende sus intereses monopólicos y empresariales atacando sistemáticamente la nueva Ley de Medios), decía a través de un comunicado sobre este Juez en relación al fallo de censura al film de Scorsese:
"Ya resulta inadmisible que, a trece años de recuperada la democracia en la Argentina, un integrante del Poder Judicial prohíba la proyección de una película al aplicar la autoritaria figura de la censura previa, expresamente vedada por la Constitución Nacional", sostuvo la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA). "Así, nuestra Carta Magna ha sido violada por quien debe ser su principal custodio, en un sistema democrático y republicano de gobierno", dijo ADEPA.
"Es quizás la censura previa una síntesis del más acabado concepto paternalista que pretende que el Estado omnipotente decida qué puede ver, oír y hacer un habitante, eliminando así la condición de ciudadano pleno, único soberano en el funcionamiento de un auténtico republicanismo", agrega.
"Esta concepción autoritaria es fruto de largos procesos en los cuales se desvirtuó el sentido de las instituciones consagradas en nuestro ordenamiento constitucional, proyectándose esa sombra a todos los planos de la actividad social, incluido el educativo."
Con una adecuada instrucción cívica, agrega ADEPA, "no tendría lugar ni la censura previa, ni la ostentación, ni el exhibicionismo impúdico, ni el incorrecto funcionamiento de los poderes del Estado, que siembran desazón y engendran más que lógico mal humor en la sociedad argentina".
Ahora los grandes diarios celebran el fallo de este juez probo, pero a diferencia de los fuertes cuestionamientos que en su momento le propinaron, hoy eligieron ser condescendientes olvidando su pasado a cambio de su fallo favorable que nos quiere retrotraer a la ley de medios de la dictadura.
Se trata, sin duda, de otro aporte del Grupo Clarín a la calidad institucional del país.
Sólo quien desconoce en absoluto la situación del proletariado en la sociedad capitalista puede pretender que un movimiento que surge desde lo profundo de las capas más explotadas tenga, desde el principio, una expresión de clase correcta. Los dirigentes amarillos encubren habitualmente su política entregadora con una atrayente fraseología proletaria; a la inversa, la clase obrera puede tener manifestaciones de un neto carácter clasista encubiertas con consignas aparentemente reaccionarias (...) Aquellos que desconocen el sentido y la importancia de las tareas nacionales en nuestra revolución están incapacitados para comprender estos acontecimientos; en general, están incapacitados para comprender nada. Los que se engañaron tomando la movilización de estudiantes, burgueses y damas perfumadas (del 19 de setiembre) por los preludios de la -revolución-, juzgan a la huelga general del 17 y 18 de octubre como una especie de aberración que echa al suelo todas sus teorías. La aberración estaría, en todo caso, en que individuos que se denominan a sí mismos marxistas, se pongan del lado del imperialismo en sus escaramuzas con algunos sectores de nuestra urguesía semicolonial. La clase obrera le ha dado, a los acontecimientos señalados, el sentido de un verdadero triunfo suyo. Por primera vez en muchos años ha salido a la calle y ha influido de manera importante en el curso político del país. Casi todos los obreros se dan cuenta de ello; los más atrasados magnifican las proporciones de su victoria y las ventajas que obtendrán, los más educados políticamente lo consideran un simple episodio -el primero- de una larga lucha. Las grandes masas explotadas se están poniendo de nuevo en movimiento.
Otro día peronista en el que algún otro peronista ya escribió lo que bien podría escribir, en un día peronista, otro peronista.
Una oyente dice: 'Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona? ¿O acaso ya no hay ningún Sargento Cruz? Vea: Ud. ayudó a alimentar al monstruo que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial. Cordialmente. Ingrid Hammer'.
Mi respuesta es SÍ. Yo he resuelto -después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? Por personas como usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante. Un mundo totalmente hipócrita, el mundo de la radio, donde se escucha eso mismo que Diego dijo bajo emoción violenta, pero libreteado (y en la televisión ni hablemos), ese mundo se indignó. Esos tipos se indignaron. Y esa indignación burguesa me hace ponerme inmediatamente en la vereda de enfrente.
Y lo que un tipo dijo, obnubilado por el momento, por la emoción, por su propia historia, y por su propia condición, después fue repetido ad nauseam por todos los noticieros, con subrayados, subtitulados, duplicaciones, ampliaciones y circulación por Internet, por tipos que no estaban ni obnubilados, ni en estado de emoción violenta, ni perturbados por ninguna cosa, sino que lo planearon diecinueve mil veces. Esos tipos ahora se ponen en la superioridad moral de preguntarme a mí si lo defiendo a Maradona. Bueno, sí, lo defiendo. Si es contra ustedes, lo defiendo. Lo defiendo totalmente.
Y eso de "que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial"... ¡Cipayos provincianos que quieren quedar bien con sus supuestos amos europeos! ¡Yo no tengo ningún interés en quedar bien ante la prensa mundial! ¡No es ésa nuestra obligación! ¿Qué tenemos que quedar bien ante nadie? ¿Ante quiénes? ¿Ante gobiernos que aniquilan a sus enemigos? ¿Ante quién tenemos que quedar bien? ¿Dónde esta la Fiscalía del Universo? ¿Dónde está la reserva moral de la Humanidad? ¿En Estados Unidos? ¿En Europa? ¡Déjeme que me muera de risa, Ingrid Hammer!
Y otra cosa: muchas veces, pero muchas, en los medios se dicen cosas muy interesantes. Yo he escuchado casi revelaciones, a veces, dichas por tipos a los que yo admiro mucho. A veces son intelectuales, como, no sé, el finado Casullo, o Dubati, o José Pablo Feinmann, tipos que realmente tienen un pensamiento interesante. Otras veces son artistas, o incluso locutores, del calibre de Larrea, o de Carrizo, tipos que por ahí dicen cosas que te hacen decir "pero mirá que bien pensó éste". Bueno, a esos NUNCA, nunca los vi duplicados en los noticieros, con subtitulados y subrayados. No los vi nunca porque a esta gente no le interesa el pensamiento ni la inteligencia, le interesa la BASURA. Y entonces Maradona dice esto y ellos lo repiten ciento diez mil veces. Eso es un asco.
Así que ¿a qué jugamos? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto de indignarse, de enojarse y de sorprenderse? Lo dice un Senador de la Nación, y es un piola. Lo dice Maradona, y aparece todo el racismo, todo el desprecio por los pobres, aparecen los de siempre, los muchachos de siempre, a indignarse: ¡oh, la cultura! ¡Nuestro embajador! ¿Qué embajador? Es Diego Maradona, viejo. Los que tienen que ser cultos son ustedes, no él. Él tiene que dirigir la Selección de Fútbol, y si lo eligieron a él, bueno, es ése, y no Pancho Ibáñez.
Así que sí, lo defiendo a Maradona. Ante usted lo voy a defender siempre".
Ahí está el caso de Mariano Recalde, hijo crecidito de Héctor, que es abogado, diputado y mano derecha de Hugo Moyano. Mariano, también abogado, dirigente estudiantil en sus tiempos, asesor de sindicatos, frustrado candidato a legislador porteño en junio, recibió la gracia de la Presidenta, quien lo puso al frente de Aerolíneas Argentinas. Y allí está, al frente de ese monstruo convulsionado por internas, malos negocios y corruptelas, que necesitó que el Estado lo sostenga con 1.670 millones de pesos en lo que va del año y que recién en cinco años, si todo va fenómeno, podría volver a dar ganancias. Tampoco hay dudas sobre la idoneidad del joven Recalde para conducir la empresa. Su condición de hijo debe funcionar, en todo caso, como el certificado de lealtad que para los Kirchner importa más que nada en el mundo. (...) Alguien podrá decir que el desarrollo de estos muchachos se paga con plata que es de todos."¿Cuál es la crítica? Si está capacitado, ¿dónde está el nepotismo? Si lo nombró la presidenta y no su padre, ¿dónde está el nepotismo? Si está "crecidito", ¿por qué su desarrollo se paga con plata que es de todos? Si fue candidato, ¿por qué frustrado? Si no hay dudas sobre la idoneidad, ¿para qué escribís la nota?
En los pasillos de Bouchard, donde funcionan las oficinas de Aerolíneas Argentinas, los rumores apuntan a Julio Blanck. Hay gerentes que, tras bambalinas, afirman que el oscuro operador periodístico cobraría algún tipo de prebenda por no hablar del desastre que Marsans está haciendo en nuestra aerolínea de bandera.Pero como no tenemos esa impunidad, mejor nos callamos. Y nos preguntamos qué tiene que ver esta nota con la realidad. Y ensayamos, tal vez, una intención posible: si te metés con mis hijos, yo me meto con los tuyos. E imaginamos por un momento, de qué trabajan los hijos de Ernestina. Y tal vez ellos ocupen lugares gerenciales de importancia en el grupo de su mamá. Y nos cuestionamos si, de ser así, se configura o no un caso de nepotismo. Y pensamos que, en tal caso, si así fuera, ella siempre podría excusarse diciendo: bueno, pero no son mis hijos, eh?
Ponencia para la Audiencia Pública sobre el Proyecto de Ley de Servicios Audiovisuales
Por Franco Vitali, Director del Suplemento Joven “Ni a Palos”, del Diario Miradas al SurSeñor Presidente, Señores Diputados y Senadores, funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional, representantes de los distintos agrupamientos empresarios y de la sociedad civil, y demás presentes, quiero agradecer profundamente la oportunidad de expresar mi opinión y punto de vista en esta oportunidad, por demás inédita, en la historia de nuestra democracia.
Digo oportunidad histórica porque creo que hubiese sido maravilloso para la salud de la República (que hoy, por suerte, se defiende acaloradamente desde los grandes medios de comunicación) que, así como estamos debatiendo esta ley, se hubiese debatido, por ejemplo, la ley de Flexibilización Laboral de De la Rúa.
Porque esta ley, si se aprueba, va a tener millones y millones de beneficiarios que accederían a una mayor cantidad de diversidad en la información y a un abaratamiento en los servicios de comunicación. También es cierto (no lo negamos) que si se aprueba esta ley, un pequeño grupo de gerentes desconocidos dejará de manejar la información como herramienta de acumulación de poder político y financiero, y permitirá a la sociedad contar con mayor cantidad de prismas desde donde nutrir su parecer, su cultura y finalmente su decisión.
En cambio (y sólo por poner un ejemplo) la ley de Flexibilización Laboral se aprobó en 7 apresurados días, sin audiencias públicas, con un debate bancarizado, tuvo millones y millones de damnificados y sólo unos cuantos que pasaron de millonarios a multimillonarios.
¿Qué hubiera pasado con la salud de la República si el Congreso hubiera debatido, siquiera un poco más, la famosa Ley de Reforma del Estado? No soy médico de la salud republicana y no quiero meterme en ese oficio tan distinguido, solamente me lo pregunto. Porque, en ese momento, Menem consiguió en menos de un mes, repito: en menos de un mes; privatizar, además de casi todas las empresas públicas, los canales 11 y 13, las radios Belgrano y Excélsior y otros medios que por tradición, sentido común y justicia eran del Estado. ¿Se le subió la fiebre, se atacó de intolerancia, brotó el autoritarismo en la delicada salud republicana? Pues se nos informó que el paciente, por el contrario, maduraba y crecía, conforme a los estándares globalizados que, tras la caída del muro, afectaban la otrora sana y hoy frágil salud republicana.
Pero bueno. Acá estamos, debatiendo finalmente, y luego de 26 años “a las apuradas”, cómo subsanar esta mancha heredada por la dictadura más sangrienta de nuestra historia. Un debate apasionante y necesario, que desgraciadamente ha sido bautizado por el Grupo Clarín con el nombre de “ley k de control de medios” tratando de reducir el impacto de una nueva ley que no va a regular la capacidad de investigación y análisis que quede en algunos de sus periodistas, sino, más bien, poner freno en la voracidad del monopolio cuyo fin no es la libertad de expresión sino solo la presión para conseguir más. Esta ley no es contra Clarín, sino para evitar la monopolización de la palabra, la ley no prohíbe a Clarín ni a nadie, solo pone límites a los negocios, no a la palabra.
Lamentablemente la ciudadanía no ha tenido oportunidad de escuchar estas audiencias masivamente. Los medios que reclamaban debate decidieron que no era necesario hacerlo en el Congreso, por donde no aparecieron sus gerentes, sino que como hacen siempre prefieren darlo en donde son Juez y Parte, los medios que son de su propiedad. Las opiniones, como la mía y las de muchos más, que apoyan el debate sobre la nueva ley con más o menos correcciones, son enlatadas en microsegundos o micro párrafos en contraste con las soporíferas e interminables explicaciones de quienes hablan de una supuesta mordaza. En el mar de los monopolios nuestras opiniones son simples gotitas.
Y es que, de entrada, nosotros, los que no somos mayoría pero somos propositivamente la primera minoría clara, al visibilizar un debate sistemáticamente negado, nos tenemos que poner a la defensiva.
Repasemos, entonces, cuáles son las criticas más fuertes que se han ido ensayando para deslegitimar este proceso de discusión. Y cuando digo ensayando, me refiero a que se ha ido cambiando la carnada para ver qué se pesca. Veamos:
Primero, la velocidad que se le imprime al debate.
Segundo, la supuesta falta de legitimidad de este cuerpo legislativo para tratarla.
En tercer lugar, la supuesta intencionalidad de la reglamentación de censurar o controlar a los medios.
La primer crítica ha quedado semirefutada al principio de esta exposición. Innumerable cantidad de leyes de importantísima trascendencia para todos los argentinos se han votado a sus espaldas, de manera fugaz, sin intervención de las minorías legislativas, ni de las mayorías populares. La motivación que existe al calificar de acelerado un debate que lleva 26 años de transcurso es tan inconfesable que se ha recurrido a todo tipo de artimañas para oscurecer un proceso que, en términos de calidad institucional, ha sido impecable. A saber: el Poder Ejecutivo anunció que iba a mandar este proyecto en la apertura de sesiones legislativas de este año, antes de que cualquier resultado electoral sea remotamente previsible. Posteriormente, la Presidenta instó a que se debata ampliamente el anteproyecto producido por el Ejecutivo. Se realizaron debates a lo largo y ancho de la nación, debates que fueron invisibles a los ojos de los jefes de redacción de varios diarios de gran tirada. Ahora, luego de reclamar este debate en el que hoy estamos presentes, también han decidido silenciarlo. La primer crítica es, sin dudas, impresentable.
Al respecto de la segunda objeción mencionada, y apelando a la honestidad intelectual de los señores legisladores, basta una observación para derrumbarla. Si este Congreso, hace 30 días o un poco más, tenía legitimidad para derogar las retenciones, tiene la misma legitimidad hoy para dictar una ley que regule los servicios audiovisuales. Imaginemos la siguiente situación hipotética: la ley de medios se aprueba, pero nuestra Presidenta decide vetarla en ejercicio de facultades constitucionales. ¿Cómo sería calificado ese veto por el diario Clarín? ¿Como un arrebato del poder tiránico o como un ejercicio de mesura, diálogo y consenso? Al respecto de la legitimidad de este cuerpo, otros argumentos de la misma índole pueden encontrarse fácilmente en el articulado de la Constitución Nacional, a la que ciertos jefes de redacción, obsesionados por un institucionalismo de fuentes muy paganas, deberían remitirse por lo menos una de cada tres veces en que pontifican sobre saberes que los superan, pero que siempre coinciden con los deseos de sus preocupadísimos jefes.
En cuanto a la tercer y última gran crítica que se esgrime al respecto de que el objetivo de este proyecto es el de controlar a los medios, viene bien explayarse un poco más, porque es un tema ciertamente sensible, no sólo para empresarios que fueron capaces de brindar con Videla, sino en honor de los verdaderamente silenciados, humillados y negados. En los últimos cuatro años la sociedad ha sido expuesta permanentemente a la idea de que en nuestro país no hay libertad de expresión. La libertad de expresión peligra en cada esquina de la patria. La censura acecha día a día la sana labor periodística de honorables ciudadanos argentinos. Lo gracioso es que esta censura se anuncia a los cuatro vientos con toda la potencia de uno de los grupos monopólicos mediáticos más poderosos del continente. Esta es la censura más potente que se recuerde, es el silenciamiento de más alto voltaje, es la contradicción más disparatada en la que incurre el mudo que trabaja de barítono. ¿Cómo es posible semejante cosa?
Como dice Raul Degrossi, en Argentina se puede criticar al gobierno, a la presidenta, a los funcionarios, a los jueces, a los empresarios, y sobre todo a los sindicalistas, porque de eso se trata la libertad de expresión. Pero no se puede cuestionar un artículo, una nota, un editorial, a un periodista o la orientación de un medio de comunicación, porque eso es censura.
Se puede mostrar a personas desnudas en el cine, en el teatro, en la televisión y en Internet, aunque sean menores de edad y esté penado por las leyes, o vaya en contra de sus derechos. Pero no se puede mostrar el rostro del principal ejecutivo del Grupo Clarín, porque eso es un ataque a la libertad de prensa.
Se puede conocer el patrimonio de los funcionarios públicos, desde la Presidenta para abajo, accediendo por Internet a sus declaraciones juradas. Pero no se puede conocer en detalle quienes son los verdaderos propietarios de algunos medios de comunicación, o cuánto ganan mensualmente algunos periodistas estrella de la radio y la televisión que pontifican sobre la honestidad, la ética y la transparencia.¿Somos todos iguales, o algunos son más iguales que otros?
Este clima que se ha instalado es ridículo. No se puede alegar que hay constantes violaciones a la libertad de prensa desde el mismo medio que se presenta como censurado. Es un contrasentido fáctico que debería estar fuera de esta discusión, ante una actividad periodística cada día más cuestionada por la sociedad ante la absoluta carencia de imparcialidad y por el bruto atropello a los principios que rigen la profesión.
Hay un aspecto particularmente curioso en este montaje mediático papelonero. De un día para el otro el Grupo Clarín pasó a llamar a la Ley de Servicios Audiovisuales, ley K de control de medios. Este nombre no es producto de la interpretación periodística sino mas bien de la interpretecion empresarial. Sin más explicación ni razonamiento para semejante acusación que la repetición mecánica de la frase a través de todos sus diarios, radios, canales y periodistas empleados. ¿Cual es el objetivo de este método? ¿Qué se esconde detrás de esta mecánica? Anular todo el debate de fondo para que nos dediquemos a discutir la validez de esa premisa: si esta ley es para censurar o no es para censurar.
Esta Ley de Servicios Audiovisuales no contiene en su articulado ni una palabra que pretenda regular la calidad o el tenor del contenido de la información que se provee desde los medios de comunicación. Por el contrario, la que está vigente actualmente sí faculta al poder ejecutivo a ejercer la censura previa ante amenazas a la seguridad nacional, concepto jurídico vago si los hay, que habilita a todo tipo de interpretaciones sobre cuándo efectivamente opera esa causal.
Sabiendo que es inútil debatir con quien no quiere escuchar, intentaré manifestar los puntos que considero más importantes.
¿Cuales son las bondades de esta Ley? Mucho se ha hablado aquí, y en la comisión que preside el Diputado Baladrón, y en los foros que se han realizado en todo el país. Sin embargo, nos gustaría resaltar tres aspectos que nos parecen fundamentales.
El primero que queremos rescatar hace al interés de los Señores y Señoras Diputadas y Senadores en su íntima relación con el sistema federal y la distribución geográfica del poder en la Argentina. La concentración permite que el futuro del país entero se juegue en la rutina diaria del porteño o el habitante del gran Buenos Aires. La concentración monopólica ha convertido en tema de interés nacional la duración de un corte en el puente Pueyrredón, o el estado de los postes de luz en una esquina de Palermo, o el tamaño de las piedras que cayeron sin llover en José C. Paz, o la decisión de agregar una mano a la Avenida Pueyrredón. Para un desarrollo equitativo en todo el territorio nacional es fundamental tener medios de comunicación cuyos capitales e intereses estén ligados al destino de sus provincias. Mientras todos los medios estén ligados al capital de la gran ciudad, no habrá independencia informativa ni producción local de contenidos para las distintas regiones del país y seguiremos, todos los argentinos, viviendo a merced del humor, las prioridades y los problemas de los ciudadanos de dos o tres barrios acomodados de la Capital Federal.
En segundo lugar, la sanción de esta Ley representa una oportunidad simbólica de recuperar el rol que la Constitución Nacional asignó a la política y a los representantes electos dentro del sistema de poder nacional. Sancionar la Ley de Medios de la democracia después de 26 años de intentonas pone las cosas en su lugar. Es una oportunidad para que este Congreso demuestre a la sociedad que es quien verdaderamente tiene la atribución de sancionar las leyes, velando por el interés general y no sucumbiendo a la presión de las corporaciones económicas.
Si hay algo que no se le ha criticado al kirchnerismo fue su habilidad para, después de la debacle del 2001, reconstruír la autoridad presidencial y renovar la composición de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Este Congreso, que estuvo ausente del debate político durante muchos años y que ha tomado vigor en la dinámica del poder en estos últimos, ha fallado aún en la tarea de demostrarle a la sociedad que es uno de los Tres Poderes del Estado, y que su autoridad es superior a la presión que las corporaciones económicas ejercen sobre él. Los diputados no representan a sectores económicos, representan al conjunto del pueblo y deben velar por su interés y bienestar general.
En tercer y último lugar, quiero resaltar el aporte que significaría para la difusión y la transmisión de la cultura nacional, entendida en su dimensión más rica y profunda. La cultura es fundamental para el desarrollo de cualquier nación y la trasmisión de esa cultura hace a su enriquecimiento. En el actual sistema de medios no hay lugar para una porción significativa de voces que hacen a la esencia de nuestra identidad como pueblo. El tercio de las licencias que les corresponderían a las organizaciones de la sociedad civil representa un avance inconmensurable en términos culturales. La cultura nacional sería absolutamente fría, superficial y aburrida si fuera, como se la presenta desde los grandes medios de comunicación, sólo lo que tuvo alguna determinada medida de éxito en su época. Más bien, la cultura de un pueblo se encuentra en lo que no se ve a primera vista, en lo que el mercado no premia. Gran parte de lo que nos identifica como país en términos culturales, tiene que ver con la crítica que los sectores marginados hacen del sistema. Por poner un ejemplo, la cultura del peronismo en sus épocas de proscripción, de persecución y censura enriqueció a todo el conjunto de la cultura nacional al plantear un conjunto de valores absolutamente contrapuestos a los imperantes.
Los sucesivos conflictos que ha tenido el peronismo con la prensa, que a su vez ha sido el resultado de correlaciones de fuerzas sociales, tienen que interpretarse como parte del clivaje político nacional, o por lo menos como una de sus aristas.
Cuando uno habla del derecho a la pluralidad de voces, las empresas de medios, casi hasta de manera culposa, se defienden alegando que hacen participar a “la gente” a través de los llamados telefónicos, a través del notero que le pregunta al padre que acaba de perder a su hijo qué es lo que siente, o a través del televoto y la encuesta en internet. Según su visión cualquiera puede aparecer en la tele.
Lo que esconde esa visión es que siempre hay una decisión de política editorial que define quién es el que habla o en todo caso sobre qué. Es mentira, ya no para mí, sino para la normativa internacional en derechos humanos en materia de libertad de expresión, que un monopolio respete el derecho de pluralidad sólo por el hecho de fomentar una supuesta participación.
Si así fuera, una nueva ley de medios, con un espíritu contrario a la vigencia de los oligopolios y con afán democratizador, sería innecesaria. Pero, en ese caso, el debate hegemónico en los medios de comunicación estaría centrado en un "Sí o No a la Ley de Medios”. En cambio, el debate está puesto en su oportunidad, en la "autoridad de aplicación" o en la sicología oculta de quienes la impulsan, porque no podrían jamás sincerar su beneplácito con la legislación actual.
Quienes no nos sentimos representados por el sistema hegemónico comunicacional, hemos debatido en foros nacionales durante varios años, tomando el espíritu de apertura y democratización del gobierno de Alfonsín, que intentó, sin éxito, discutir una reglamentación que reemplace a la de la dictadura. Las argumentaciones para bochar el intento de Alfonsín fueron las mismas que se escuchan hoy. Nuestras argumentaciones, también.
Una parte importante de la población, no decimos la mayoría, probablemente sólo una parte, si se quiere un 33%; no se siente representada en sus valores, creencias y cotidianeidades por los medios de comunicación. Se siente, por el contrario, negada, vilipendiada, y muchas veces humillada. Hay una literatura que no se ve reflejada, una historia que no se ve reflejada, una práctica política que no se ve reflejada... en fin, todo un sistema de valores y de ideas que no se ve reflejado.
Quienes creemos que la vida nacional está atravesada por la dicotomía civilización y barbarie, solemos ser la barbarie. Quienes creen que esa división está superada, suelen ser señores muy civilizados. Nosotros sinceramente creemos que la discusión democrática institucional debe partir necesariamente de la base de aceptar la existencia del otro. La dicotomía no está superada, subyace a todos los problemas de la vida nacional, y aceptarla, abrazarla, institucionalizarla y formalizar su existencia es dar el primer paso hacia una democracia real y no sólo formal. 33% para la civilización, 33% para la barbarie, y el resto lo definimos democráticamente.
Podemos y queremos discutir democráticamente estos conceptos, pero es inaceptable que estas definiciones de alto contenido político e importancia estratégica y cultural se tomen a nivel empresarial, o que estén sometidas únicamente a las leyes de mercado.
El tercio de licencias adjudicadas en el proyecto consensuado que presenta el poder ejecutivo, posibilita que otras voces, fuera de las lógicas de empresarios diversificados que disputan el sentido, puedan, también, expresarse.
Hay una rica experiencia en el campo social de amplios y muy diversos sectores que deberían tener su ámbito de comunicación, relacionamiento, expresión y difusión, sin que esto anule otros medios con otras y legítimas lógicas. Las grandes empresas deberán garantizar su audiencia no por la potencia arrasadora de su estructura monopólica, sino por medio de la calidad de sus contenidos.
Nosotros vemos este proyecto como abarcativo, complementario, integrador, plural y diverso. Otros sectores lo ven como una amenaza. Habrá que preguntarse porqué; y en esa sola pregunta, cabe toda la legitimidad de nuestro planteo comunicacional.