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16/6/10

Wado



Un día como hoy pero un 15 de junio de 2010, a eso de las dos y media de la tarde, en los tribunales de Comodoro Py, muchos compañeros vivieron una intensa y movilizante jornada, en la que el Barrenador de Tsunamis le puso fuerte el pecho en forma de querella a la causa en la que se juzga a los responsables del asesinato de su madre y su propio secuestro. Los sucesos a los que nos referimos sucedieron en el barrio de Floresta, un 11 de octubre de 1978, en una vivienda ubicada en la calle Belén 335. Allí fueron acribillados cobardemente Lucila Révora y el Negro Fassano. Eduardo Wado de Pedro, hijo de Lucila y Enrique Quique de Pedro, se salva porque Lucila logra protegerlo del incesante fuego poniéndolo entre ella y una bañera de plomo. Wado, con sólo un año y once meses cumplidos en este mundo, es secuestrado y durante tres meses nadie sabe sobre su paradero. Su familia (los hermanos de Lucila) lo buscan intensamente. Logran contactos con algunos sectores involucrados en la represión y posteriormente es entregado a su familia.

Hasta aquí los hechos del pasado. Ayer, en la sala del juzgado, un Eduardo de Pedro los relata con tranquilidad, pausadamente, absolutamente compenetrado con la misión que se ha propuesto hace ya muchos años y que ha materializado finalmente en una realidad para los asesinos. Sí, señores. Acá está este juicio. Ustedes son los imputados. Yo soy el querellante.

Su relato se ubica en equilibrio entre sus motivaciones íntimas y el significado histórico y profundamente político que tiene su presencia allí, en ese momento. Wado no expone su vida hasta el día de la fecha, o el transcurso de una búsqueda que llega a su capítulo anteúltimo, porque aún falta la inevitable sentencia. Wado está ahí como efecto de un proceso histórico del que fue causa, impulsor, militante. Porque ese hombre que está ahí sentado y que toma agua de a ratos, pausadamente, y que expone su verdad ante “los patriotas” que fueron a buscar 150.000 dólares a la casa de Lucila; ese que se metió en el fondo de su propia historia para encontrar los pedazos de memoria de aquel fatal día de octubre de 1978; el que en el camino puso en pausa su misión porque se tropezaba con las búsquedas de otros compañeros; ese que ayudó a tantos a encontrar; ese mismo Wado, entre trago y trago –pausadamente- cuenta su historia mientras cuenta, además, la historia de una generación política que hoy se ve alumbrada en sus rudimentarias formas por este proceso que se dio en llamar Kirchnerismo. Estuvo y estará a la cabeza.

En la tribuna están sus compañeros de toda la vida, de todas las orgas e intentonas de las que formó parte. Compañeros de todas sus etapas. La mitad sabemos que le debemos un gran favor o un buen consejo. La otra mitad también le debe un gran favor o un buen consejo, pero no lo sabe. A muchos nos enseñó de pendejos lo que era la política, el pueblo, su felicidad, la mística, la militancia. Pero ese día, en ese estrado, ante ese micrófono que brilla en rojo furioso porque ahora le toca a él, habla como un gigante.

Termina su relato y se encamina hacia la salida que lleva a la antesala de los testigos. Todos nos levantamos, automáticamente, estallando en gritos y aplausos. Son efecto de una reacción natural, de un impulso colectivo: nadie miró para el costado o para atrás para ver que hacía el otro. No, nos paramos todos a la vez, aplaudimos todos de golpe, gritamos todos porque sí.

Wado se da vuelta y levanta los dedos en V. La alegría le tapa las ojeras. La mochila imaginaria se le cae de la espalda y todos la vemos y la oímos caer. Pesa toneladas. Él cierra la puerta tras de sí y la jueza nos recaga a pedos.

Atrás de él vienen los otros testigos. Su madre de la vida, sus tíos y tías. Entre ellos, el Tío Gordo, que ilustra con su buena estampa campechana el principio de este texto. Y que cerró con magia ese torbellino que fue la audiencia judicial de un 15 de junio de 2010 a eso de las cuatro y media de la tarde en los tribunales de Comodoro Py:

  • Abogada Querellante: Ud. sabe si Lucila tenía actividad militante?
  • Tío Gordo: Sí, era montonera… graciadió.

La ocurrencia aflojó todos los músculos presentes en la sala. Hubo risas. Gracias a Dios por ese final, Gordo Hermoso. Viva Perón.

12 comentarios /:

Norberto Berner dijo...

Gracias Patucho, gracias Franco, Gracias Wado, Gracias cumpas. Todavía emocionado por haber podido ser testigo de ese momento de la historia argentina que vivimos en esa sala tribunalicia.

Lic. Baleno dijo...

Viva.

Ignacio Saavedra dijo...

La verdad es que lo de Wado ayer fue magestuoso, desde aquel quiero aclarar algo... hasta el final en donde les comunica que ademas de llorar cuando los condenen va a estar Feliz. todo un GRAN MAPLE DE HUEVOS y emociones.
saludos a todos

Unknown dijo...

Gracias por el excelente relato, por un momento me hizo sentir que estuve ahí (y con lo que me hubiera gustado estar...).

Mingus dijo...

Gracias Wadito por lo de ayer y por tantas otras cosas. Cosas compartidas en nuestra Mercedes natal, tan lejanos de este presente, de la posibilidad real de este maravilloso presente, y de las cosas que venimos compartiendo ya en Buenos Aires.
Lo de ayer fue una más. Una GRANDE, APOTEÓTICA muestra de valentía y lucidez en la búsqueda de la verdad y la justicia.
Y gracias chicos por poner en palabras y compartir con todos nosotros ese momento.
Abrazo grande

Santiago dijo...

gran post; GRANDE WADO!!!

Santiago dijo...

gran post; GRANDE WADO!

Santiago dijo...

gran post; grande wado!

Liliana dijo...

Hermoso y conmovedor relato! Soy una sra. de mas de 50 años y me conmuevo, informo y divierto leyendolos siempre en "ni a palos".
Viva Perón y esta hermosa juventud con sus ideales.

Tito Rosé dijo...

Extraordinario relato. Gracias por hacerme sentir que tambien estuve alli.

caro dijo...

se me eriza la piel al leer el relato,pero que orgullo amigo!!!!!!!!!! gracias por esa ejemplo de valentía y cordura, gracias porq dios te puso en nuestro camino para enseñarnos tanto.
Bravo Wado, como siempre!
Carolina.Mercedes 27_ 3_ 2011.

Anónimo dijo...

Este pibe es increíble. Me emociona. Nosotros, sin saber de él, salimos por él y por los otros compañeros en 2001. La humildad que tiene y la capacidad que demostró lo hace único. A veces, cuando eventualmente me lo cruzo, tengo que bajar la mirada porque su historia me llena los ojos de lágrimas. Ojalá la historia le devuelva en gloria algo de lo que los hijos de puta del 70 y los hijos de puta del 2000 le arrancaron del alma.