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Los Autores, con miedo a posibles represalias de la reacción, prefieren pintar Perón Vuelve adentro de un departamento.

Las efemérides que aquí se compilan no tienen sino un solo dueño: el Pueblo. Sin embargo, existen dos pelandrunes que habrían dedicado toda su vida a recolectar datos, fechas, anécdotas y cualquier otra cosa que, con un poco de sentido común, se pueda relacionar con la historia del pueblo. Sus nombres son tan dudosos como las efemérides aquí ofrecidas. Supongamos que sean Camilo Migale y Pastorino Santutti.

El origen de estos personajes está teñido de misterios, telarañas y nubarrones y las sucesivas investigaciones iniciadas a raíz de documentos apócrifos de reciente aparición no alumbran demasiado por sí solas, aunque combinadas nos acercan un poco a la presunta historia de estos nombres.

Se dice que ambos nacieron en familias semiacomodadas, algún día como hoy pero a mediados de la década infame. Rogelio García Lupo sugiere, a partir de los manuscritos, que Camilo podría haber nacido en algún país del norte del continente mientras que Pastorino sea probablemente un provinciano pues "se come los acentos en forma sistemática".

Durante su temprana juventud cada uno habría sabido asumir respectivamente una postura gorila ante el proceso de liberación nacional que encaraba el Pueblo. El día del golpe del '55 los encontraría, conociéndose por casualidad, en una cantina ubicada en una de las esquinas de la localidad de Mercedes, provincia de Buenos Aires. La noticia –aún reciente- del golpe sólo habría provocado en ellos el común acuerdo para tomarse un vinito más. Posteriormente, el proceso de alumbramiento que millones de jóvenes vivirían con respecto a lo que verdaderamente significaron los años peronistas, los habría juntado nuevamente -en roles nada destacables y más bien mediocres- en las filas de la resistencia peronista. Durante años habrían atestiguado los heróicos actos de otros, las increíbles aventuras de otros, los maravillosos discursos de otros, los inquietantes relatos de otros: lo único que se sabe con certeza es que ellos mismos nunca hicieron nada, pero estuvieron en todas. Al respecto, Galasso advierte que:

...luego de haber comprendido que su rol era absolutamente secundario en los intensos sucesos que se vivían por esos años, acordaron dedicarse a escuchar, leer y presenciar todo, para registrarlo. Como resultado nos ha quedado un registro histórico complejo, que no sólo abarca el proceso temporal vivido por estos militantes, sino que ostenta de manera sobrecogedora y exagerada un criterio conglobante y universal del fenómeno peronista.”
Y completa un viejo Jauretche:
Para mí que son medio zonzos, pero pal´ otro lado. Para estos enfermos, todo suceso histórico universal de carácter popular tiene como punto de partida, razón de ser y finalidad el Peronismo.”
Durante la década del '60 se produciría una ruptura entre los autores, motivada por diferencias fulbolísticas. Las variables filosóficas que trasuntan disyuntivas tales como primacía de lo técnico sobre lo táctico o viceversa, lateral o wing, línea de cuatro o líbero y dos stoppers, achique o dependencia, pueden llegar a grandes enfrentamientos dialécticos, sobre todo cuando a uno de los interlocutores el fóbal no le interesa ni un poco. Hay indicios que indican que por la década del ´60, a Camilo le dio por proletarizarse y habría emprendido un viaje al NOA, región en la que vendería artesanías compradas en Plaza Francia, bajo las órdenes de algún mítico guerrillero foquista. Por otro lado, Pastorino habría partido a La Plata para fundar una plantación que luego sería la huerta que habría inspirado a la Granja que diera forma al Campamento que se transformaría en la Comunidad en la que se habrían conocido el Indio, Skay y la Negra Poli.

Finalizando la década, se reconciliarían y volverían de lleno a la militancia para presenciar el nuevo y maravilloso escenario que les puso allí el Teatro de la Historia Peronista. Sus mimeógrafos no paran de imprimir, día a día, miles de efemérides que no verán la luz por décadas. Posteriormente y ante la avanzada represiva, se habrían exiliado ambos en la Embajada del Líbano, donde algunos historiadores más berretones como Lanata y Pigna aseguran que aún viven en el encierro, del cual saldrían únicamente para comprar puchos y caramelos media hora en el kiosco.