Me darás mil hijos

Un día como hoy pero el domingo que viene, también en Ni a Palos...

Me darás mil hijos
por Santiago Alvarez y Franco Vitali

Los tilingos y privilegiados opositores insiten en relacionarlo forzosamente con una fría y distante ambición de poder pero nosotros, los gustosamente conducidos, tenemos la confianza de llamarlo "flaco", "visco", "compañero", "el néstor". Hay algo extraño para la fría teoría política a la que muchos quieren que nos ajustemos aunque sea con fórceps, cuando un liderazgo tan fuerte se conjuga con tanta confianza y cariño. Muchos jóvenes y no tan jóvenes, con lo primero que relacionaron el fallecimiento de Néstor es con el de un padre. Y eso que a Néstor ninguno lo llamaba "el Viejo".

Y como si él mismo lo hubiese sabido de antemano, las últimas señales que realizó explícitamente fueron para los jóvenes. Para los que representamos el futuro pero ya protagonizamos el presente. Algo así como "seguí haciendo cosas de pendejo que sólo las podés hacer mientras lo sos, pero sabé que ya sos tan responsable como cualquier adulto, eh".

Un padre que, para colmo, es tan piola que como nunca te prohibió nada, cuando te dice algo, no encontrás razones para hacerte el rebelde pavote. Un padre jefe, referente y compañero.

Ese lugar justo, intermedio entre la figura admirable hasta la exageración y la propia insistencia en decir que era un tipo común con grandes responsabilidades, es lo que le agrega una potencia esperanzadora a tanto dolor. Todos sus hijos somos capaces de estar a su altura.

Hay veces en las que los padres se van antes de tiempo y hay veces en las que ni siquiera estuvieron. Hay otras en las que se van, como esta, con la secreta satisfacción que da la certeza de una tarea bien cumplida. Esa satisfacción en seguida se vuelve a transformar en alegría cuando pasan las lágrimas.

Esa semilla, depositada en el interminable campo fértil de la juventud, es lo que menos hubiesen querido los que tienen muerto desde hace rato el corazón. ¿Lo querían ver muerto? Ahora es inmortal. Y encima, la alegría del que sabe que hace justicia es aplastantemente mayor que la tristeza por la ausencia.

Y no hay caso. Nadie puede ni pensar que al irse tan pronto nunca lo conoceremos viejo, cansado, conservador. Néstor fue así toda su vida. El sentimiento de inconformismo ante lo dado lo hubiera seguido teniendo aunque siguiera entre nosotros doscientos años más. Hubiese sido un eterno joven. La diferencia, ahora, es que ya lo es: un eterno joven.

¿Que fue irresponsable al no cuidarse? ¡Ja! Un eterno joven no piensa en cuidarse. Piensa en otras cosas. Fue el responsable de dejarnos un país despierto, más vivo que nunca, alejándose de las insultantes injusticias, con recursos para seguir creciendo solidariamente, con una juventud unida, responsable, ansiosa y sobre todo ambiciosa. Y por si faltara algo, nos dejó a Cristina, la mejor de todos, como presidenta.

Irresponsablidad sería que el que se haya sentido un poco interpelado por esta injusta cagada súbita, deje pasar un minuto más sin buscar su lugar en la historia.

¿En qué planeta sino en este, puede existir un movimiento popular que haya encontrado su destino en las tragedias más dolorosas? ¿En qué planeta la historia es tan presente? ¿En qué planeta puede existir un padre que de mil hijos?